La obtención de crecientes niveles de productividad es un objetivo ineludible de toda institución, cualquiera sea su finalidad, pero sobre todo de aquellas que persiguen un fin de lucro.

La productividad se basa en el uso racional de los recursos y no puede existir un uso racional de los mismos si no se planifica y organiza el modo y el tiempo en que se emplearán.

Para alcanzarla, es necesario un óptimo aprovechamiento de todos los recursos empleados, para lo cual la adecuada organización de la producción es indispensable a efectos de reducir tanto como sea posible:

  • Demoras
  • Desperdicios
  • Descartes
  • Retrabajos
  • Trabajos suplementarios
  • Horas extras
  • Consumo suplementario de insumos etc.
  • Tiempos de preparación de máquinas.

Esto desemboca en una clasificación de objetivos, para obtener una alta productividad

Se denominan “objetivos simples” aquellos que pueden ser definidos mediante expresiones gramaticales simples (fácilmente entendibles) o por estándares

Un ejemplo de una expresión gramatical simple, seria “Incrementar los ingresos por ventas un 15% respecto del nivel alcanzado en la temporada anterior

En el caso de los estándares que como veremos se expresan mediante un índice matemático, solo pueden ser definidos como resultados de estudios predeterminados y realizados bajo condiciones controladas, o bien mediante estudios estadísticos que suelen insumir bastante tiempo y esfuerzos

Por el contrario, un “objetivo complejo” necesita ser definido mediante soportes más elaborados como ser gráficos, planillas, tablas, etc. Los definiremos en otra entrada del blog.

Los objetivos definidos a través de expresiones gramaticales simples posiblemente sean los más comunes, pero en su formulación se debe cuidar que estos cumplan con los requisitos que como veremos más adelante, todo objetivo debe reunir.

Debe recordarse también que, en la mayoría de los casos, los objetivos deben ser alcanzados por el trabajo armónico y coordinado de varias personas; por lo que la claridad y precisión con que se elaboren las expresiones gramaticales que definen objetivos, resulta un aspecto clave.

Con respecto a los estándares, debemos recordar que los mismos son valores de consumo o de producción considerados óptimos. Estos valores de referencia constituyen verdaderos objetivos para el área operativa, pues deben ser alcanzados a través de las actividades que en ella se desarrollan.

Tomemos por ejemplo el caso de la fabricación de mesas de madera. Un estándar de consumo puede estar expresado de la siguiente manera:

Esta expresión indica que cada unidad de producción (mesa), debe insumir como máximo 0,5 m2 de madera. Su inversa constituye un estándar de producción:

Este estándar indica que se debe fabricar como mínimo 2 mesas por cada m2 de madera

Un “estándar de producción” coincide con el concepto de “productividad estándar”, es decir aquella productividad específica (referida a un insumo determinado) de valor óptimo.

En efecto, ambos conceptos miden la cantidad de producción que se puede lograr por cada unidad de insumo considerado.

En tal sentido conviene recordar, para clarificar esta similitud que la productividad específica de un dado insumo se calcula de la siguiente manera:

Como puede apreciarse por estos ejemplos, los estándares son objetivos que se fijan con toda precisión para el área operativa.

¿Por qué se considera que un estándar es un “objetivo”? Pues porque una vez definido, su logro no está garantizado, es “algo” que se debe conseguir cada vez que se realiza el trabajo para el cual fue definido.

Por caso, en el ejemplo de la fabricación de mesas que acabamos de ver, todas las veces que se fabrique este producto, el operario y el supervisor se enfrentan al desafío de lograr el estándar establecido, y así este se transforma para ellos automáticamente en un objetivo, un “hecho” que requiere tiempo y esfuerzo para ser alcanzado.